Si el mundo fuera una tarta de tres chocolates...: UN AMERICANO EN LA CORTE NAZARÍ

Washington Irving

¡Hola otra vez!

En esta ocasión voy a escribir sobre un escritor romántico norteamericano que estuvo viviendo en España
varios años. Trataré otros aspectos de su relación con nuestro país en otras entradas. En esta me voy a centrar en su relación con la Alhambra.

Washington Irving (1783-1859) llega a Granada en 1829. Era la segunda vez que este escritor norteamericano visitaba la ciudad, en esta ocasión, del 4 de mayo al 29 de julio de 1829. La ciudad estaba recorrida por dos ríos, arroyos si los comparamos con los de su país. Los barrios se situaban sobre las colinas del Albaicín y de la Alhambra, y la ciudad se extendía un poco hacia las vegas de los ríos. Había restos de la época musulmana, que se había ido desvaneciendo gradualmente en los 300 años anteriores. El tiempo suficiente como para que todo aquello perteneciera a un pasado ya desaparecido, pero no lo bastante lejano como para que se hubiera perdido totalmente su huella. El resultado era un ambiente misterioso y tremendamente atractivo y evocador para un escritor del siglo XIX.

Washington Irving llegó a Granada, desde Sevilla, acompañado de un diplomático ruso, el príncipe Dolgorouki, y se hospedaron en las estancias del gobernador de la Alhambra, Francisco de la Serna, en el palacio de Carlos V. Deambulando por los palacios nazaríes, investigando rincones y estancias, descubre unas habitaciones cerradas, en las que se había hospedado Isabel de Farnesio, esposa de Felipe V, un siglo antes. Nuestro escritor se traslada allí. Describe el lugar en estos términos:

“Jamás he gozado de una residencia más deliciosa… Estoy tan enamorado de mi apartamento que me cuesta trabajo salir de él para dar mis paseos. Estar en el corazón de este gran palacio deshabitado te da una grata sensación de tranquilidad y sosiego difícil de descubrir”.

Las estancias y salas del palacio estaban deshabitadas, ciertamente. Los que habían sido señores de la Alhambra se habían marchado, y había como autoridad un gobernador. La Alhambra era una ciudadela dentro de la ciudad, con su propia figura de autoridad. Pero en los patios y en todos los recovecos aprovechables de la fortaleza y palacios vivían familias sin medios, gentes de mal vivir, personajes exóticos… que aparecen retratados en los grabados que se hacen en la época. Con ellos entra en contacto este norteamericano, y va recopilando información: leyendas de los torreones y de las salas, sobre distintos reyes, de infantas, y leyendas sobre tesoros escondidos en la Alhambra y sobre ejércitos fantasmales que la recorrían ciertas noches a la luz de la luna.

Firma de Washington Irving:

Washington Irving va descubriendo un complejo palacio-fortaleza que lleva abandonado un siglo y que ha sufrido la ocupación por parte de un ejército extranjero. Cuando el rey Boabdil rinde la ciudad de Granada en 1492, los Reyes Católicos nombran a don Íñigo López de Mendoza y Quiñones Alcaide de la Alhambra y Capitán General del Reino de Granada. Es Conde de Tendilla y Marqués de Mondéjar. La familia Mendoza es la representación de la monarquía en Granada. Las relaciones entre la familia Mendoza y la corona siguen siendo buenas varias décadas, pero luego van perdiendo prestigio y poder como consecuencia, sobre todo, de sus actuaciones en las sublevaciones de los moriscos. Dos siglos después de la conquista de la ciudad, en el contexto de la guerra de Sucesión, (1701-1713) los Mendoza se posicionan de parte del Archiduque Carlos de Austria, y Felipe V les quita sus títulos y propiedades en Granada. En 1726 les devuelven algo, pero ya los Mendoza se han desvinculado de la ciudad, después de varias décadas, y derriban su palacete, no se sabe si por no querer alojar al rey que iba a visitar Granada, o por el deterioro después de su ausencia. Washington Irving encuentra una Alhambra que lleva prácticamente abandonada a su suerte un siglo, encomendada a un alcaide o gobernador sin relevancia ni apenas medios económicos, que no tiene ningún vínculo ni influencia sobre la corona. Se habían hecho algunas reparaciones en 1730, con motivo de la visita Real. Casi un siglo después, en 1808, tuvo lugar la ocupación de la Alhambra por el ejército de Napoleón, que se prolongó hasta 1812. Los franceses utilizaron los palacios reales como cuarteles y establos. Antes de irse intentaron volar la Alhambra, quedando, como resultado, la Torre de los Siete Suelos y la Torre del Agua en ruinas. También hay que decir que plantaron los bosques que hoy día la rodean. Nominalmente, Granada era un reino, pero no tenía reyes.

La estancia de Washington Irving (1829) está muy cercana en el tiempo a su degradación de reino a provincia en 1833. Por eso creo que es tan importante el servicio que Washington Irving le prestó y le sigue prestando a Granada. Hizo de cronista, de memoria de la ciudad. Evitó que se perdieran las leyendas que se habían hecho populares entre los granadinos. Sus “Cuentos de la Alhambra” alcanzaron fama mundial y así, le dio una proyección internacional a Granada en un momento en el que culminaba su despojo de todo el reconocimiento que había tenido y de su importancia territorial y cultural.

En cierto sentido Washington Irving suplió esas carencias. No ejerció el poder, pero hizo visible a la ciudad ante el mundo. En 1870, cuando llevaba ya abandonada siglo y medio, la Alhambra es declarada Monumento Nacional, en gran parte por la labor divulgativa de su belleza y de las leyendas relacionadas con su historia que llevó a cabo Washington Irving. En Granada hay numerosos reconocimientos a su obra: estatuas, una calle, un hotel…

A través de sus relatos, el escritor norteamericano dio a conocer la belleza que vio y las historias que escuchó. En ellos aparecen, envueltos en la magia de las leyendas, los cortesanos, príncipes, guerreros, poetas, damas…que un día habitaron la Alhambra.