martes, 30 de abril de 2019

invasiones británicas del Río de la Plata II



Hola a todos los lectores del blog.


En esta entrada de abril voy a terminar de exponer los intentos de invasión del Río de la Plata, por parte de Gran Bretaña, de principios de siglo XIX.



Me está resultando un tema muy complejo, supongo que porque el mundo a esas alturas era muy complejo también, con muchas potencias compitiendo entre sí por el dominio del mundo: la Francia napoleónica, Gran Bretaña... Además de la aparición de nuevos países, como EEUU.



Como dije en la entrada anterior, la primera vez que una escuadra británica apareció por aquellos lares fue en 1762. Gran Bretaña intentó invadir el Río de la Plata, aliada con Portugal, llevando a cabo una serie de operaciones de hostigamiento, pero después de varios meses se fueron sin conseguirlo, aunque no les salió gratis. Perdieron naves, sufrieron cientos de bajas y las fuerzas hispanas hicieron también prisioneros. El tema merece una entrada por si solo.



En 1711 había aparecido en Londres un documento anónimo llamado "Una propuesta para humillar a España". En él se planteaba la división entre España y sus virreinatos como método de debilitar el Imperio y dominarlo después. Con esta misma inspiración, que no desapareció a lo largo de todo el siglo XVIII, podemos interpretar que tuvo lugar el ataque a Cartagena de Indias. Recordemos las monedas con la figura de Blas de Lezo arrodillado ante el inglés Vernon con la leyenda "El orgullo español humillado en Cartagena de Indias".  Y en esta misma línea están los ataques al Río de la Plata. La envidia y el deseo de humillación parecen ser las fuerzas que movían a los británicos de aquellos tiempos.



Hay otro ingrediente en todo este lío histórico que es fundamental para entenderlo: La existencia de criollos ricos que deseaban la separación de los territorios americanos de la España peninsular, y que incluso solicitaron la ayuda británica o estadounidense para lograrlo. Fue una grandísima imprudencia, por mucho que quisieran la separación de un territorio, buscar ayuda en quien albergaba los sentimientos antes expresados de envidia y deseo de humillación.  Este fue el caso de Francisco de Miranda, revolucionario venezolano que estuvo en contacto con los dirigentes británicos de aquella época, mientras proyectaba la separación de España.  No deja de ser curioso que hoy día, los mismos que ensalzan las figuras de estos revolucionarios, como Nicolás Maduro o Evo Morales, echen pestes del poder imperialista de EEUU y de las injerencias extranjeras. Precisamente esos revolucionarios admirados por ellos fueron los que introdujeron la dinámica de dependencia de potencias extranjeras en Iberoamérica. En estos días viene muy a colación este tema, por todo lo que está ocurriendo en Venezuela. Si Gran Bretaña aportó envidia y deseo de humillación, los criollos deseosos de separarse de la monarquía hispana aportaron una soberbia y un idealismo imprudente que les arrebató toda posibilidad de visión histórica. Ni podían ver las consecuencias de sus revoluciones ni veían el símbolo del dinero en los ojos de sus interlocutores. Un cóctel tremendo. 



Todo esto explica ciertas circunstancias en el intento de invasión del Río de la Plata por parte de Gran Bretaña en 1806-07. De no tener en cuenta los factores enumerados en los párrafos previos, hay situaciones que se antojan sin sentido. Veamos. Sea verdad o no la historia de la deuda de un comodoro con un comerciante establecido en Buenos Aires, ambos británicos, el caso es que el Río de la Plata fue invadido por una facción del ejército inglés en 1806. Se les aseguraba que la población los iba a recibir de muy buen grado. Había documentos ingleses de años anteriores que hablaban de la idoneidad de aquella zona para establecer una colonia. El recién nombrado gobernador invasor, Beresford, la llamó Nueva Arcadia. También Humboldt había escrito maravillas de los virreinatos hispanos. ¿De verdad se creyeron los británicos lo que les decían los adalides de las "independencias", a cerca de que la población estaba deseando ser liberada? ¿O simple y lógicamente se aprovecharon de las puertas que querían abrirles desde dentro? Desde luego debieron sorprenderse bastante de las propuestas de los hoy llamados "libertadores". Sería muy interesante conocer los comentarios de los británicos cuando Miranda no estuviera.



Unos días después de que Buenos Aires fuera entregado a Beresford en el mes de junio, éste exigió los caudales públicos. Las autoridades virreinales se negaron en principio a dárselos, pero cedieron finalmente porque Beresford amenazó con tomar una serie de medidas que perjudicaban a los comerciantes porteños, y estos, a su vez, presionaron a las autoridades. Aquí tenemos un primer ejemplo de la distinta actitud de España y Gran Bretaña. Mientras que España mantenía allí caudales públicos, que eran una auténtica fortuna, los británicos los trasladaron a Londres. Esto debió de tener su influencia en que la población de Buenos Aires comprendiera la diferencia entre el gobierno desde la Península y el gobierno inglés, que los trataba como a extraños. Sobre todo cuando conocieran que los caudales del Estado, que habían permanecido allí bajo dominio español, eran paseados por Londres en varias carretas, exhibidos como botín de guerra y finalmente, depositados en un banco.



Continuemos. Esta primera invasión terminó porque se organizaron milicias populares bajo el mando de Santiago de Liniers. De modo que, tras 46 días de ocupación los británicos fueron expulsados previa capitulación de Beresford el 20 de agosto, que fue hecho prisionero. Esta primera etapa se conoce como "la Reconquista".



En este punto quiero mencionar un acontecimiento que pone de relieve la división existente  entre la población hispana. a pesar del creciente rechazo popular al dominio inglés. Había infiltrados que traicionaron la causa pro española. Incluyo esta cita de la fuente nº2, en donde se explica lo ocurrido con Beresford, el que había arramblado con los tesoros porteños:


Asimismo, después de varios reclamos, Liniers ordenó la internación de Beresford, que se encontraba preso en Luján, a Catamarca, ya que este mantenía contacto con diferentes miembros de la elite de Buenos Aires. Sin embargo, los guardias que trasladaban a Beresford fueron interceptados en las cercanías de Arrecifes por Saturnino Rodríguez Peña y Manuel Aniceto Padilla, que lograron que el jefe inglés les fuera entregado. Rodríguez Peña era secretario de Liniers. En este operación participó también Francisco González, celador del Cabildo, en cuya casa mantuvieron oculto al general inglés hasta que fue clandestinamente embarcado en el puerto de Buenos Aires en un lanchón, pagando a los marineros para que lo llevaran a Ensenada, donde se embarcó en la corbeta HMS Charwell rumbo a Colonia. En Montevideo, Beresford intentó convencer a Auchmuty de no atacar Buenos Aires y llegar a un acuerdo. Al no lograrlo, Beresford rechazó la oferta de comandar la expedición a la capital virreinal y se embarcó hacia Londres. Ese mismo año, Beresford ocuparía la isla Madeira, de la cual sería nombrado gobernador; más adelante tendría un papel prominente en la Guerra de la Independencia Española. Tanto Saturnino Rodríguez Peña como Manuel Antonio Padilla recibieron una pensión británica por sus servicios. Beresford, en agradecimiento, le obsequió a Castelli un juego de mesa de loza del Cabo.
(No deje de observarse que uno de los que liberaron a Beresford era secretario del organizador del contraataque hispano. Una traición en toda regla).


Por su parte, Popham permaneció en el Río de la Plata con los barcos británicos, esperando refuerzos. Cuando éstos llegaron, en esta ocasión desembarcaron en lo que hoy día es la costa de Uruguay y parte del sur de Brasil, conocido como la Banda Oriental, y tomaron Montevideo a principios de 1807. Desde allí organizaron un nuevo ataque a Buenos Aires, con tropas dirigidas por Whitelocke. Este desembarcó a 50 Kms. de la ciudad, y cuando llegó a ella les dio tres días para organizar la rendición. Pero, en su lugar, organizaron la resistencia. En esta ocasión los porteños se opusieron a la ocupación británica desde un principio. Fue una lucha callejera, similar en cierto sentido a la que presentaron los españoles de la Península frente al ejército napoleónico, además de que durante los meses previos, Liniers había organizado un ejército con compañías, tercios, cuerpos, escuadrones, regimientos...etc. Finalmente, Whitelocke tuvo que rendirse. Era el 5 de julio de 1807. A esta segunda etapa de la invasión se la llamó "la Defensa". Unos meses después, los barcos británicos abandonaban la costa sudamericana.



En todos estos acontecimientos podemos ver, simplificando, como el estrato angloparlante, que predomina en el mundo actual, estaba pugnando por establecerse, mientras que el estrato hispano, obviamente, no quería dejarse dominar. No tenían entonces los británicos, a pesar de todo, la actitud que desarrollaron una vez que afianzaron su dominio en los mares y en su Imperio.  Esto se nota en una cita que aparece en esa misma fuente nº 2, que aprovecho para recomendar, porque está muy bien documentada. La cita es de un artículo publicado en The Times, con motivo del fracaso inglés en las invasiones del Río de la Plata. Tengamos en cuenta lo curioso del caso, dado que la victoria británica en la batalla de Trafalgar ya había ocurrido:


¿Cómo podría esperarse que estuvieran con nosotros las manos o los corazones del pueblo, si los primeros que ocuparon la ciudad se mostraron menos ansiosos de conciliarse con los habitantes que de colocar fuera de peligro el botín obtenido? Había un vicio radical en el plan original, que ninguna empresa posterior pudo remediar. Si los desautorizados promotores del primer desembarco hubieran dispuesto de una fuerza igual a la que ha sido ahora expulsada de Buenos Aires, el país podría estar en este momento en nuestras manos.
The Times, 14 de septiembre de 1807, pág 3
La cita es totalmente coherente, por otra parte, con la teoría de la deuda del comodoro.

Con esto termino. Espero que os haya gustado.

Fuentes




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